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domingo, 29 de diciembre de 2013

Relato Ganador Concurso Navidad, 2013



Concurso Navidad, 2013
Segunda Categoría


La Navidad de los poetas
(Primer Premio, Concurso de Navidad, 2013, Segunda Categoría)
Lucía Alcaraz  Hernández


          Es Navidad y a la mesa de algodones se sientan cuatro amigos: Federico, Miguel, Antonio y Rafael. Quizás los conozcáis mejor por sus apellidos: García Lorca, Hernández, Machado y Alberti. Ellos son poetas. Poetas de pena y alegría, sueño y realidad, dolor y tristeza.
     La comida está en la mesa. Es la noche que nace el Niño y, en la Tierra, todos se juntan a celebrarlo. Desde su altura, oyen y ven el ruido y las luces que inundan las ciudades. Pero en el cielo de los poetas la cena es muy distinta. El encargado de prepararla ha sido Miguel y solo hay pan y cebolla. Miguel llora y recuerda a su niño al que su mujer no tenía nada que darle de comer cuando él entró en la cárcel. No llores Miguel, le dice Federico. Tuvimos tiempos mejores donde recorrimos medio mundo y aunque nos hicieron desaparecer en la oscuridad, humillados, víctimas de la injusticia y del comportamiento humano, nadie nos olvida. Hoy, en muchas casas se regalan nuestras obras y se ha reconocido el valor de nuestras palabras.



         Rafael ha sido el último que ha llegado a esta mesa. Él vivió muchos más años las miserias del hombre en la Tierra. Rafael todavía no se ha adaptado a su nuevo hogar. Se siente como marinero en tierra porque no puede sentir la brisa del mar. A él, como decía en uno de sus poemas, las nubes le trajeron volando. Volando a este mar de sueños, a este mar de almas.
       Federico, recordando las navidades cuando era pequeño en su casa de Fuente Vaqueros, quiere animar la noche y le recita a Miguel unos alegres versos suyos:

                               ¡Ay qué trabajo me cuesta 
                                  quererte como te quiero! 
                                Por tu amor me duele el aire, 
                                    el corazón y el sombrero.
     Parece que allí abajo las cosas no van muy bien, insiste Federico para distraer a Miguel. ¿Ya no hay poetas que se revelen ante los problemas de la Tierra? ¿Ya no hay poetas que hagan llorar con sus letras?

     Antonio le responde a Federico con una estrofa de sus versos:



                               La España de charanga y 
                            pandereta, cerrado y sacristía, 
                          devota de Frascuelo y de María, 
                           de espíritu burlón y alma 
                          inquieta, ha de tener su mármol 
                              y su día, su infalible mañana y 
                                            su poeta.

           Los cuatro poetas están de acuerdo. Algo en la Tierra ha cambiado. Es Navidad pero no hay alegría. Federico, Miguel y Antonio murieron a consecuencia de la maldita guerra que azotó España pero Rafael tuvo más suerte y pudo ver como evolucionaba nuestro país desde el exilio en los años siguientes. Le dice a Antonio que ni la España de charanga y pandereta que el describe existe. Es Navidad y en las casas ya no hay panderetas. Tampoco hay zambombas ni se cantan villancicos. Pocas familias montan el árbol de Navidad junto a sus hijos pequeños. Hay personas que pasan hambre y que caen en la desesperación porque no encuentran un trabajo.

¡Qué Navidad más triste! Dice el inquieto Federico.
Algo les llama la atención desde la Tierra. Una persona está escribiendo en la soledad de su casa. Sólo le acompaña una guitarra. El papel está empapado en lágrimas y allí aparecen muchos nombres de la generación del 27. Es una carta de dolor que escribe un poeta recordando a todos aquellos que lucharon y perdieron con la tristeza de ver que hoy en día la sociedad sigue perdiendo sin luchar con la fuerza que ellos lo hicieron. Se llama Ismael. Él es un cantautor. Son los nuevos poetas. Canta al pueblo poemas de lucha, amor y libertad. Pero algo le ha pasado que le llena de amargura esta Navidad. Un gran amigo suyo ha muerto durante una manifestación contra las injusticias sociales que se están cometiendo en el país. Ismael quería escribir un poema, quería escribir una canción en recuerdo a su amigo pero el frío de la noche de este 24 de diciembre le helaba sus lágrimas y la inspiración. Necesitaba sentir cerca los textos de aquellos poetas que sufrieron y padecieron como su amigo la represión y la injusticia. Leía los poemas de García Lorca, Machado, Miguel Hernández y Alberti pero los versos iban de un lado a otro sin concretar una estrofa que exprese su homenaje.

Antonio se siente emocionado y susurra unos versos:


                                  El alma del poeta 
                          se orienta hacia el misterio. 
                            Sólo el poeta puede mirar 
                          lo que está lejos dentro del alma, 
                             en turbio y mago sol 
                                         envuelto. 

     Algunas personas salían de sus casas en dirección a las iglesias para asistir a la misa del gallo y esto desvió la atención de nuestros poetas.
    Vaya noche llevamos, dijo Rafael. La cena ha sido escasa y por allí abajo no hay nada más que hipocresía. La gente va a misa mientras un hombre llora desconsolado la pérdida de su amigo.
            Deberíamos ayudarle. Pero, ¿cómo? Pregunta Miguel. Antonio le responde que podrían lanzarle una luz de inspiración. Los cuatro poetas juntan sus manos y dirigen su mirada al joven cantautor. La luz inunda la estancia e Ismael comienza a escribir:



                                                    A la luz de los poetas
                                                     que sufrieron como tú
      mi guitarra llora.
Quiero gritar tu nombre
para que lo oigan con fuerza
     esta noche de tristeza
donde el Niño nace 
y mi corazón se apena.




    Ismael continúa escribiendo; gracias a los poetas ha encontrado la inspiración que necesitaba para recordar a su amigo de la mejor forma que sabe.
     Ya son las doce de la noche, ha nacido el Niño. Los poetas sonríen por primera vez y por delante de ellos pasa el pequeño Platero con el niño yuntero guiados por la estrella que anuncia el nacimiento.
El niño mira la luna y ve reflejados a los poetas que recitan este verso de Federico
Este niño chiquito 
no tiene cuna; su 
padre es carpintero 
      y le hará una.


Los poetas se retiran de la mesa. Sus almas y sus versos seguirán con nosotros hasta la eternidad.

         Rafael les recuerda que la próxima cena de Nochebuena la prepara él.

1 comentario:

Cristina Davó Rubí dijo...

Quizá fueron estos mismos poetas los que ayudaron a Lucía en su inspiración para escribir tan bella historia. Enhorabuena a la autora. Por supuesto que ellos siempre estarán con nosotros.